La fiebre por el oro moderno.

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En el desarrollo de la humanidad se ha contado con varios elementos que hemos cargado de valor por diversas situaciones, propiedades e incluso gustos; uno de los más valiosos es el oro. Por el oro, el ser humano desató guerras  y es precisamente lo que vemos hoy en día con los datos, una guerra. Estamos en una guerra con gran impacto, mucho más allá de lo que la población nota. Y que en el estado de pandemia se ha potenciado y algo más de lo normal se ha difundido.


Los datos representan el nuevo oro en la llamada “era de la información”, pero como el mineral, los datos, tienen varias características que definen su valor o la ausencia de él. Algunas de esas características son: pureza o veracidad, integridad, acceso, fuente, volumen y atomicidad además de la actualización y valor en sí mismo de los datos.


El costo de los datos en la llamada DeepWeb varía según con conjunto de ellos, por ejemplo, un pasaporte tiene un valor aproximado de 1500 euros y los datos de tu tarjera de crédito un valor de 20 euros. Ahora bien, estos datos son utilizados no para robarte el dinero, sino la identidad y/o utilizarlos como trampolín para otras fechorías.


En nuestro país los datos que se utilizan para las estafas con variados y aún se desconoce a ciencia acierta cómo los han obtenido, pero es una realidad que cuentan con muchos datos que son sensibles donde el nombre, teléfono, cédula son los más básicos; siendo los bancos donde tenés dinero, la organización donde trabajas, la dirección y hasta información familiar los que dan más valor y con los que juegan para, allí sí, dejarte sin el salario e incluso ahorros. 


Ahora, bien, esos tipos de datos no son los únicos sensibles. Existen otros que reflejan y revelan otra serie de información, estos son los que nosotros mismos brindamos a las plataformas en la Internet. Todo lo que compartimos y utilizamos en las redes sociales son datos de mucho valor.



Recordemos por un momento que los datos representan la unidad mínima desde la cual podemos generar información y a partir de allí conocimiento. Pero esto depende de la unión o acercamiento de varios datos y sus características. Los datos juntos con un contexto nos cuentan algo, y ese algo puede tener valor para alguna persona o un componente tecnológico. Por ejemplo, el número 20, sólo no tiene la capacidad de indicarnos nada más que su valor matemático, pero si decimos que ese valor corresponde al dato denominado día del mes, es entonces un dato con un contexto, que sumado al dato mes y año podríamos tener una fecha, la cual con una ampliación del contexto se podría señalar como mi cumpleaños, por lo tanto ya sabes cuando enviarme un saludo de felicitación, con regalo incluido. 


¿Para las personas esas características significan algo? Directamente tal vez no; no conocen su valor o incluso no valoran los datos propios y por lo tanto tampoco los datos de los demás. ¿Para quién los datos son oro? Pues para las organizaciones, las empresas y los grupos sociales.

¿De dónde surgen esos datos que hoy son oro? Esas fuentes de datos vienen desde equipos de la industria, computadores especializados, software, equipos de comunicación y más recientemente de vehículos, sensores, postes de luminarias, robots, la ropa y relojes. Así que los datos provienen de muchas fuentes y de muchos formatos en diferente momento y volumen.


El valor siempre es relativo como ya lo vimos en el ejemplo del número 20, sin embargo, hoy por hoy la fuente de datos más explotada es usted, precisamente los datos que usted ha generado y/o son atribuibles a usted. Desde los sistemas informáticos que lo rodean viéndolos o no, usándolos o no, desde esos los movimientos o transacciones que pueden ser bancarias, likes en redes sociales hasta los famosos recorridos con Uber o Waze, pasando por los datos médicos o juegos en línea. Usted como persona que vive en la era de la información genera una huella digital día a día y en cada mal llamado click (prefiero el término botonazo) desde sus dispositivos móviles y los denominados wearables o ropa inteligente. Somos los productores de materia prima que las organizaciones toman, normalmente sin que nos demos cuenta del valor, ya que los aportamos de forma gratuita y voluntaria, para luego procesarlos y tomar decisiones de cara a nuestro comportamiento, gustos o situación financiera, sólo por mencionar tres ejemplos.


Somos la mina de oro que nos damos de golpes con pico y pala día a día sin saberlo. Nos hemos vuelto producto y cliente al mismo tiempo a través de las plataformas que van evolucionando desde la mano de la inteligencia artificial y la algoritmia moderna, si no me creen revisen los casos de Cambridge Analytica, Trump y el Brexit.


De forma voluntaria alimentamos toda una industria nueva la cual no sólo crece con nuestros datos, si no, que tal como ya lo he mencionado también toma datos de los demás productores como todo el equipamiento que nos rodea. El volumen es tal que surgen nuevas tecnologías, como equipos más robustos para almacenar y procesar los datos; también surgen nuevas carreras o áreas de conocimiento pasando de los almacenes y la minería de datos al denominado Big Data, los profesionales en analítica y los novedosos científicos de datos.



Miren el caso de las fotografías, video y gifs, como usuario de los teléfonos inteligentes una de las tareas más laboriosas en mantener gestionadas las fotografías y material audiovisual que generamos o nos envían. El volumen es tal que podemos llenar una memoria SD de 16 GB en pocos meses pueden ser días, siendo un equipo con una capacidad de 3.200.000 más que la memoria del computador utilizada en el Apollo 11, sin considerar el procesamiento en esta comparativa. Pero ¿Qué pasa con esas imágenes? ¿Cuándo las utilizamos? ¿Las vemos? Hemos perdido las tarde de tertulia, café y ver fotos recordando lo vivido. Este cambio de cultura no se percibe en muchas tareas cotidianas, porque la cotidianeidad ha cambiado también, y allí está para quedarse y continuar cambiando. 


Son muchos los retos que como sociedad tenemos ante esta situación y cambio de cultura, la cual no se adapta aún al mismo ritmo y menos ver que reacciona desde las políticas y la educación, un ejemplo es la llamada “sombra digital” que los infantes ya tienen en las redes sociales producto de las publicaciones con fotos y material audiovisual que los familiares y amigos hacen de ellos, sin la conciencia clara y lúcida del sujeto.


Existen riesgos y beneficios de este nuevo oro, pero como el oro, el mineral, es un negocio que mueve miles de millones de dólares día a día. Son un reto para usted y la organización que representa siendo un oro efímero o vulnerable que puede eliminarse o quedar expuesto para siempre con un sólo “botonazo”. Es decir, toda la infancia retratada de tu hija o hijo se puede perder en unos segundos o todo el planeamiento estratégico de la organización queda expuesto al mundo.


Esto de los datos es todo un tema que merece ser estudiado, pensado y atendido, no se lo tome a la ligera, al contrario, la pandemia potenció esa explotación de ese oro virtual desde todas las aristas, para muestra el aumento en un 51% en fraudes y/o estafas virtuales para el año 2020, donde los asaltos fueron 9.303 para el mismo periodo 6.606 menos que en el año 2019, esta misma tendencia se dio con los hurtos los cuales pasaron de 19.219 a 11.240. Claramente la pandemia afectó esas estadísticas, pero también se debe reconocer el cambio en las estrategias donde  los amigos de lo ajeno se migraron a lo virtual. Todos estos datos publicados por el OIJ.


Tomado de https://www.facebook.com/OIJpolicia/photos/3770534182983520

Lo único que podría señalar finalmente, es que saques el tiempo para informarte mejor y pensar cómo gestionar mejor los datos sensibles que están bajo tu control, pero principalmente entender el nivel de sensibilidad de ellos de cara a hoy y de cara al mañana. Hay aspectos de la vida virtual que no podríamos evitar, pero si podemos gestionar.


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